lunes, 9 de diciembre de 2024

Intervalo, cuento breve de Colette

 Cuento para adultos

A continuación, te presento un cuento corto para adultos de Colette, titulado "Intervalo”, junto con un análisis del cuento. Puedes leerlo en este blog y escucharlo en mi canal de YouTube.


Intervalo

¿Te dijeron que durante tu ausencia vivía sola, huraña y fiel, con un gesto de impaciencia y de espera?… No lo creas. Ni soy fiel ni estoy sola. Y no es a ti a quien espero. ¡No te irrites! Lee esta carta hasta el final. Me gusta desafiarte cuando estás lejos, cuando nada puedes contra mí y te contentas con apretar los puños y romper un vaso… Me gusta desafiarte sin peligro, y verte a través de la distancia, muy pequeño, iracundo e inofensivo; ahora tú eres el perro y yo el gato, que te burla subido a un árbol…

»No te espero. ¿Te dijeron que abría apresuradamente mi ventana, desde el amanecer, como aquellos días, en los que andabas, por la avenida, llevando de frente, hasta mi balcón, tu larga sombra? Te mintieron. Si dejé mi lecho, pálida, un poco alucinada por el sueño, no fue porque el eco de tus pasos me llamase… ¡Qué bella es la avenida, rubia y vacía! Ni una rama muerta, ni un ripio detienen mi mirada que campea, y el tachón azul de tu sombra no camina ya sobre la arena inmaculada, que solo han hollado los pies de los pájaros…

«Esperaba únicamente… aquella hora, la primera del día, la mía, la que no comparto con nadie. Te dejaba morder sólo el tiempo necesario para acogerte, para robarte la frescura, el rocío de tu pasaje a través de los campos, y para cerrar sobre nosotros mis persianas… Ahora, el alba sólo me pertenece a mí, a mí sola, que la saboreo, rosa y perlina, como un fruto intacto que han desdeñado los hombres. Y por ella dejo mi sueño, mi sueño que a veces te pertenece a ti… ¿Lo ves? Despierta apenas, y ya te abandono para traicionarte…

»¿Te dijeron también que, hacia el medio día, bajaba descalza hasta el mar? ¿Me espiaron, verdad? Te alabaron mi soledad hostil, y el paseo mudo, sin objeto, de mis pies sobre la playa; te apiadaron al hablarte de mi cabeza inclinada sobre el pecho, en actitud pensativa, y de pronto, estirada, dirigida hacia… ¿hacia qué? ¿hacia quién?… ¡Oh, si me hubieses podido oír! Acabo de reírme, de reírme, de reírme como nunca me has oído reír! Y es que ya no hay sobre la playa alisada por las olas, la menor traza de tus juegos, de tus saltos, de tu violenta juventud, ya no flotan tus gritos en el aire, y tu arranque de nadador no rompe ya la voluta armoniosa de la ola, que se endereza, se inclina, se enrolla como una hoja verde y, transparente, llega hasta mi y se deshace a mis pies…

»¿Esperarte, buscarte? No será aquí, donde nada se acuerda ya de ti. El mar no mece ya barcas; la gaviota que pescaba, arrebatada por la ola, ha volado. La rojiza peña, en forma de león, se prolonga violeta, bajo el agua que la asalta. ¿Pudiste tú dominar bajo tu talón desnudo, ese taciturno león? ¿Y esa arena que cruje al secarse, como seda caliente, la has hollado y registrado? ¿Ha bebido en ti tu perfume como la sal del mar? Me pregunto todo esto andando al medio día, por la playa, e inclino la cabeza, incrédula. Pero a veces me vuelvo, en acecho, como los niños que se asustan de una historia que inventan ellos mismos:—no, no, no estás ahí—; tuve miedo. Creí encontrarte, otra vez con los ojos fijos en mí, como para robarme mis pensamientos… tuve miedo.

»No hay nada, nada más que la playa, que se encoge, se arruga, como bajo una llama invisible. Aún es medio día. ¡No he concluido de ofenderte, ausente! Corro hacia la sombría sala, en la que el día azul se mira en la pulida mesa, en el panzudo armario de color moreno; su frescura huele a cueva y a frutas, por la sidra que espuma en la jarra, por el puñado de fresas en el hueco de una hoja de col… Un solo cubierto. El otro lado de la mesa, frente a mi reluce como el agua al sol. Y no te echaré la rosa ¿sabes? aquella rosa tibia que encontrabas cada mañana en tu plato; la prendo muy alta en mi pecho, y no tengo más que volver un poco la cabeza para acariciarme los labios… ¡Qué ancha es la ventana! Me la ocultabas a medias y nunca había visto, como ahora, el revés malva, blanco casi, de las clemátides colgantes…

»Canto a media voz, dulcemente para mi sola… Y ni la fresa más grande, ni la cereza más negra están en tu boca: se funden deliciosas en la mía… Las codiciabas de tal manera, que te las ofrecía no por ternura, sino por una especie de pudor civilizado ..

»Toda la tarde está ante mi, como una terraza inclinada, radiante en lo alto y que se hunde allá abajo en la tarde indistinta, color de estanque. Es la hora en que me encierro ¿te lo dijeron? ¿Reclusión celosa, no es eso? ¿Meditación triste y voluptuosa de una enamorada solitaria? ¿Qué sabes tú? ¿Qué nombres dar a los fantasmas que acojo y que me apremian con sus consejos? ¿Jurarías que mi sueño tiene los rasgos de tu cara? ¡Duda de mi! Duda de mi, tú que has podido sorprender mis lloros y mis risas, tú, a quien burlo en todo momento; tú, a quien beso nombrándote muy bajo: «Extranjero…» ¡Hasta anochecido te traiciono! Pero por la noche, cuando te he dado una cita, la luna llena me sorprende al pie del árbol donde deliraba un ruiseñor, tan entusiasmado con su canto, que no oyó, ni nuestros pasos, ni nuestros hálitos, ni nuestras palabras entremezcladas… Ninguno de mis días seméjase al anterior, pero una noche de luna llena es divinamente parecida a otra noche de luna llena…

»¿A través del espacio, por encima del mar y de las montañas, vuela tu espíritu a la cita que le doy al pie del árbol? Vuelvo como lo había prometido, vacilante, pues mi cabeza no encuentra ya el brazo que la sostenía… ¡Te llamo entonces, porque sé que no acudirás a mi llamamiento! Bajo mis párpados cerrados, juego con tu imagen, dulcifico el color de tu mirada, el sonido de tu voz, peino a mi gusto tu cabellera, afino tu boca, y te invento sutil, alegre, indulgente y tierno; y te cambio y te corrijo…

»Te transformo… poco a poco, por completo, hasta el nombre que llevas… Y después me voy, furtiva, ligera, avergonzada, como si entrando contigo, bajo la sombra del árbol, saliese con un desconocido…»

 

Análisis del cuento

El cuento "Intervalo" de Colette explora temas como la independencia y la autonomía emocional, mostrando a una protagonista que celebra su soledad y disfruta de momentos únicos, como el amanecer o el contacto con la naturaleza, lejos de la influencia de su amante. También aborda la dualidad entre el amor y la traición, pues aunque afirma haber superado la relación, la narradora aún recrea en su mente la imagen del otro, transformándola según sus deseos, lo que revela una mezcla de homenaje y ruptura. A través de descripciones vívidas del paisaje, el texto reflexiona sobre la memoria y el olvido, representando cómo la ausencia del amante deja huellas sutiles que la protagonista intenta borrar mientras construye un nuevo mundo para sí misma. Finalmente, el relato entrelaza desafío y vulnerabilidad, pues mientras la narradora se afirma independiente y desafiante ante la distancia, también deja entrever momentos de miedo y añoranza que contradicen su aparente fortaleza.

Cuentos en Youtube

Si te gusta este género literario y escuchar los cuentos en Youtube, te recomiendo El ramo azul de Octavio Paz.

sábado, 30 de noviembre de 2024

Cuento de Octavio Paz

 

Octavio Paz

En esta ocasión, me gustaría presentaros un cuento de Octavio Paz destacado poeta, ensayista y diplomático mexicano, conocido por ganar el Premio Nobel de Literatura en 1990 y el Premio Cervantes en 1981. Además, se le considera no solo uno de los más influyentes autores del siglo XX, sino también uno de los más grandes poetas de todos los tiempos (véase aquí su biografía)

El ramo azul es un cuento fantástico y realista, narrado en primera persona. Un extraño personaje trata de sacar los ojos al protagonista-narrador para ofrecerle a su novia un ramito de ojos azules. Una escenografía misteriosa, que Octavio Paz describe con una prosa poética, a través de metáforas y simbolismos creados por su imaginación y fantasía.

En este cuento, el autor explora temas como la vulnerabilidad humana, el absurdo y los caprichos de la existencia. A veces, los deseos irracionales pueden convertirse peligrosos, mostrando un lado oscuro y surrealista de la humanidad. Este cuento nos recuerda nuestra fragigilidad, incluso ante la absurdidad de los caprichos del ser humano. Si lo deseas, puedes escuchar este cuento para adultos en YouTube.

El ramo azul

Desperté, cubierto de sudor. Del piso de ladrillos rojos, recién regados, subía un vapor caliente. Una mariposa de alas grisáceas revoloteaba encandilada alrededor del foco amarillento. Salté de la hamaca y descalzo atravesé el cuarto, cuidando no pisar algún alacrán salido de su escondrijo a tomar el fresco. Me acerqué al ventanillo y aspiré el aire del campo. Se oía la respiración de la noche, enorme, femenina. Regresé al centro de la habitación, vacié el agua de la jarra en la palangana de peltre y humedecí la toalla. Me froté el torso y las piernas con el trapo empapado, me sequé un poco y, tras de cerciorarme que ningún bicho estaba escondido entre los pliegues de mi ropa, me vestí y calcé. Bajé saltando la escalera pintada de verde. En la puerta del mesón tropecé con el dueño, sujeto tuerto y reticente. Sentado en una sillita de tule, fumaba con el ojo entrecerrado. Con voz ronca me preguntó:

 

-¿Dónde va señor?

 

-A dar una vuelta. Hace mucho calor.

 

-Hum, todo está ya cerrado. Y no hay alumbrado aquí. Más le valiera quedarse.

 

Alcé los hombros, musité “ahora vuelvo” y me metí en lo oscuro. Al principio no veía nada. Caminé a tientas por la calle empedrada. Encendí un cigarrillo. De pronto salió la luna de una nube negra, iluminando un muro blanco, desmoronado a trechos. Me detuve, ciego ante tanta blancura. Sopló un poco de viento. Respiré el aire de los tamarindos. Vibraba la noche, llena de hojas e insectos. Los grillos vivaqueaban entre las hierbas altas. Alcé la cara: arriba también habían establecido campamento las estrellas. Pensé que el universo era un vasto sistema de señales, una conversación entre seres inmensos. Mis actos, el serrucho del grillo, el parpadeo de la estrella, no eran sino pausas y sílabas, frases dispersas de aquel diálogo. ¿Cuál sería esa palabra de la cual yo era una sílaba? ¿Quién dice esa palabra y a quién se la dice? Tiré el cigarrillo sobre la banqueta. Al caer, describió una curva luminosa, arrojando breves chispas, como un cometa minúsculo.

 

Caminé largo rato, despacio. Me sentía libre, seguro entre los labios que en ese momento me pronunciaban con tanta felicidad. La noche era un jardín de ojos. Al cruzar la calle, sentí que alguien se desprendía de una puerta. Me volví, pero no acerté a distinguir nada. Apreté el paso. Unos instantes percibí unos huaraches sobre las piedras calientes. No quise volverme, aunque sentía que la sombra se acercaba cada vez más. Intenté correr. No pude. Me detuve en seco, bruscamente. Antes de que pudiese defenderme, sentí la punta de un cuchillo en mi espalda y una voz dulce:

 

-No se mueva , señor, o se lo entierro.

 

Cuento de Octavio Paz: El ramo azul

Escritor mexicano Octavio Paz

Sin volver la cara pregunté:

 

-¿Qué quieres?

 

-Sus ojos, señor –contestó la voz suave, casi apenada.

 

-¿Mis ojos? ¿Para qué te servirán mis ojos? Mira, aquí tengo un poco de dinero. No es mucho, pero es algo. Te daré todo lo que tengo, si me dejas. No vayas a matarme.

 

-No tenga miedo, señor. No lo mataré. Nada más voy a sacarle los ojos.

 

-Pero, ¿para qué quieres mis ojos?

 

-Es un capricho de mi novia. Quiere un ramito de ojos azules y por aquí hay pocos que los tengan.

 

Mis ojos no te sirven. No son azules, sino amarillos.

 

-Ay, señor no quiera engañarme. Bien sé que los tiene azules.

 

-No se le sacan a un cristiano los ojos así. Te daré otra cosa.

 

-No se haga el remilgoso, me dijo con dureza. Dé la vuelta.

 

Me volví. Era pequeño y frágil. El sombrero de palma le cubría medio rostro. Sostenía con el brazo derecho un machete de campo, que brillaba con la luz de la luna.

 

-Alúmbrese la cara.

 

Encendí y me acerqué la llama al rostro. El resplandor me hizo entrecerrar los ojos. El apartó mis párpados con mano firme. No podía ver bien. Se alzó sobre las puntas de los pies y me contempló intensamente.

La llama me quemaba los dedos. La arrojé. Permaneció un instante silencioso.

 

-¿Ya te convenciste? No los tengo azules.

 

-¡Ah, qué mañoso es usted! –respondió- A ver, encienda otra vez.

 

Froté otro fósforo y lo acerqué a mis ojos. Tirándome de la manga, me ordenó.

 

-Arrodíllese.

 

Mi hinqué. Con una mano me cogió por los cabellos, echándome la cabeza hacia atrás. Se inclinó sobre mí, curioso y tenso, mientras el machete descendía lentamente hasta rozar mis párpados. Cerré los ojos.

 

-Ábralos bien –ordenó.

 

Abrí los ojos. La llamita me quemaba las pestañas. Me soltó de improviso.

 

-Pues no son azules, señor. Dispense.

 

Y despareció.

 

Me acodé junto al muro, con la cabeza entre las manos. Luego me incorporé. A tropezones, cayendo y levantándome, corrí durante una hora por el pueblo desierto. Cuando llegué a la plaza, vi al dueño del mesón, sentado aún frente a la puerta.

 

Entré sin decir palabra.

 

Al día siguiente hui de aquel pueblo.

 

Otros cuentos en YouTube

Si te gustan los cuentos para adultos, te recomiendo: Cuentos con valores y Sabiduría de Tolstoi.

 

 

 

miércoles, 27 de noviembre de 2024

Cuentos con valores y sabiduría de Tolstói

 

Cuentos para adultos

A continuación, te presento dos cuentos para adultos de León Tolstói, reconocido como uno de los escritores más importantes de la literatura mundial. Estas historias están cargadas de valores y sabiduría, y espero que sean de tu agrado. Si lo prefieres, también puedes escuchar estos cuentos para adultos en mi canal de YouTube.

 

Lo malo atrae, pero lo bueno perdura

Hace mucho tiempo vivía un hombre bondadoso. Él tenía bienes en abundancia y muchos esclavos que le servían. Y ellos se enorgullecían de su amo diciendo:

 

"No hay mejor amo que el nuestro bajo el sol. Él nos alimenta y nos viste, nos da trabajo según nuestras fuerzas. Él no obra con malicia y nunca nos dice una palabra dura. Él no es como otros amos, quienes tratan a sus esclavos peor que al ganado: los castigan si se lo merecen o no, y nunca les dan una palabra amigable. Él desea nuestro bien y nos habla amablemente. No podríamos desear una mejor vida."

 

De esta manera los esclavos elogiaban a su amo, y el Diablo, sabiendo esto, estaba disgustado de que los esclavos vivieran en tanta armonía con su amo. El Diablo se apoderó de uno de ello, un esclavo llamado Aleb, y le ordenó que sedujera a sus compañeros. Un día, cuando todos estaban sentados juntos descansando y conversando de la bondad de su amo, Aleb levantó la voz y dijo:

 

"Es inútil que elogien tanto las bondades de nuestro amo. El Diablo mismo sería bueno con nosotros, si hicieramos lo que el quiere. Nosotros servimos bien a nuestro amo y lo complacemos en todo. Tan pronto como él piensa en algo, nosotros lo hacemos: nos adelantamos a sus deseos. ¿Cómo puede tratarnos mal? Probemos como sería, si en lugar de complacerlo le hicieramos algún daño. El actuará como cualquier otro y nos devolverá daño con daño, como el peor de los amos haría."

 

Los otros esclavos comenzaron a discutir lo que Aleb había dicho y al final hicieron una apuesta. Aleb debía hacer enojar al amo. Si él fracasaba perdería su traje de fiesta; pero si tenía éxito, los otros esclavos le darían a Aleb los suyos. Además, él prometió defenderlos contra el amo y liberarlos si ellos eran encadenados o enviados a prisión. Habiendo arreglado la apuesta, Aleb estuvo de acuerdo en hacer enojar al amo la mañana siguiente.

 

Aleb era quien se encargaba de cuidar al ganado, y tenía a su cargo una cantidad de valiosos carneros de raza, de quienes el amo estaba muy orgulloso. A la mañana siguiente, cuando el amo trajo algunos visitantes al recinto de los animales para mostrales un valioso carnero, Aleb guiñó un ojo a sus compañeros y les dijo:

 

"Miren ahora como haré para enfurecerlo."

 

Todos los esclavos se reunieron, mirando algunos por la puerta y otros por sobre la cerca, mientras el Diablo se trepaba a un árbol cercano para mirar cómo hacía su sirviente el trabajo. El amo caminó en el recinto, mostrando a sus invitados las ovejas y los corderos, pero deseando poder mostrarles su más fino cordero.

 

"Todos los corderos son valiosos", dijo, "pero tengo uno con los cuernos torcidos, que es inapreciable. Lo estimo como si fuera la luz de mis ojos."

 

Asustado por los extraños, el carnero corría en el recinto, por lo tanto los visitantes no podían ver con claridad al cordero. Tan pronto como se paraba, Aleb asustaba a las demás ovejas como por accidente, y ellas comenzaban a mezclarse nuevamente. Los visitantes no podían saber cuál era el animal preferido. Al final el amo se sintió cansado de todo eso.

 

"Aleb, querido amigo," dijo, por favor agarra nuestro mejor carnero para mí, el único con los cuernos torcidos. Agárralo cuidadosamente y sostenlo quieto por un momento."

 

Apenas el amo había dicho eso, cuando Aleb se precipitó entre las ovejas como un león, y agarró al valioso carnero. Lo tomó por la lana, y luego lo agarró por la pata trasera izquierda, y ante los ojos de su amo se la torció bruscamente hasta que un ruido seco sonó. Él había roto la pata del carnero por debajo de la rodilla. Entonces Aleb lo tomó por la pata trasera derecha, mientras el animal balaba. Los visitantes y los esclavos exclamaron un grito, y el Diablo, sentado en el árbol, se regocijaba de lo bien que Aleb había realizado la tarea. El amo se puso más negro que el trueno, frunció el ceño, agachó la cabeza, y no dijo una sola palabra. Los visitantes y los esclavos estaban en silencio también, esperando ver qué sucedería después. Luego de un rato de silencio, el amo se estremeció como si se sacudiera algo de encima. Entonces él levantó su cabeza, y elevó su vista al cielo, permaneciendo así durante un instante. Las arrugas de su rostro desaparecieron, y con una sonrisa miró a Aleb y le dijo:

 

"¡Oh, Aleb, Aleb! Tu amo te ordenó que me hicieras enojar; pero mi amo es más fuerte que el tuyo. Yo no estoy enojado contigo, pero haré algo para enojar a tu amo. Tú temes que te castigaré, y has estado deseando por tu libertad. Debes saber Aleb, que no te castigaré; pero como tú deseas ser libre, aquí frente a mis invitados, yo te otorgo tu libertad. Ve donde desees, y lleva contigo tu traje de fiesta."

 

Y el buen amo regresó a la casa junto a sus invitados; pero el Diablo, rechinando sus dientes, cayó del árbol, y se hundió en la tierra.

 

Los dos hermanos y el oro

En tiempos lejanos cerca de Jerusalem vivían dos hermanos bien avenidos, el mayor se llamaba Atanasio y el menor Juan. Vivían sobre una colina, no lejos de la ciudad, y se alimentaban de lo que les daba la gente. Todos los días los pasaban en el trabajo. No tenían su propio trabajo sino el de los pobres. Allí donde hubiera tareas dificultosas, donde hubiera enfermos, huérfanos y viudas, allí iban los hermanos y trabajaban sin paga. Así pasaban los hermanos separados toda la semana y solo los sábados por la tarde volvían a su morada. Únicamente los domingos permanecían en casa rezando y conversando. Y el ángel del Señor descendía a su morada y los bendecía. Los lunes se iban cada uno por su lado. Así vivieron los hermanos muchos años y cada semana el ángel del Señor descendía a su vivienda y los bendecía.

 

Un lunes, cuando los hermanos iban al trabajo y ya se habían separado en distintas direcciones, al hermano mayor, Atanasio, le dió pena separarse de su querido hermano y se detuvo y lo observó. Juan iba con la cabeza gacha por su camino y no miró atrás. Pero de repente Juan también se detuvo y como viendo algo, haciéndose sombra con la mano, se puso a mirar fijamente allí. Entonces se acercó a lo que miraba y después saltó de repente hacia un lado y, sin girarse, se puso a correr colina abajo y colina arriba, alejándose de ese sitio, como si una fiera lo persiguiera corriendo. Atanasio se sorprendió y volvió atrás a ese lugar, para saber, de qué se había asustado de esa manera a su hermano. Fue acercarse y ver que algo brillaba con el sol. Se acercó más y encontró que sobre la hierba, como derramado, había un montón de oro. Y aún se sorprendió más Atanasio por el oro y por los saltos de su hermano.

 

"¿De qué se ha asustado y de qué huye? - pensó Atanasio. En el oro no hay pecado, el pecado está en la persona. Con el oro se puede hacer el mal y se puede hacer el bien. ¡A cuántos huérfanos y viudas se puede alimentar, a cuántos desnudos vestir, a cuántos miserables y enfermos sanar con este oro! Ahora servimos a la gente, pero nuestro servicio es pequeño por nuestras pocas fuerzas, y con este oro podremos servir mejor a la gente". Pensó Atanasio y quiso contar todo esto al hermano; pero Juan se había ido tan lejos que no le podía oír y solo se le veía allí, como un escarabajo sobre la otra colina.

 

Y Atanasio se quitó la ropa recogiendo con ella tanto oro como pudo, lo cargó al hombro y lo llevó a la ciudad. Llegó a la posada, dejó en custodia el oro a la posadera y se fue a por el resto. Y cuando trajo todo el oro acudió al mercader, compró terreno en la ciudad, compró piedra, madera, contratró trabajadores y se puso a construir tres edificios: uno sería un refugio para las viudas y los huérfanos, otro un hospital para los enfermos y los desamparados, el tercero una residencia para los ancianos e indigentes. Y encontró Atanasio tres ancianos devotos y a uno lo puso al cargo del refugio, al otro del hospital, y al tercero del cuidado de los peregrinos. Y aún quedaban 3000 monedas de oro. Y Atanasio entregó a cada anciano 1000 monedas de oro para que las dieran a los pobres. Y los tres edicificos comenzaron a llenarse de gente y la gente comenzo a alabar a Atanasio por todo lo que había hecho. Y Atanasio se alegró de esto de manera que no quería irse de la ciudad. Pero Atanasio amaba a su hermano y cuando se despidió de la gente no le quedaba ni una moneda, y con esas mismas ropas viejas con las que llegó se fue de vuelta hacia su morada.

 

Cuando Atanasio se acercaba a su colina pensaba: "Mi hermano no juzgó bien cuando se apartó de un salto y huyó corriendo del oro. ¿Acaso no es mejor lo que he hecho?".

 

En cuanto Atanasio pensó esto de repente vió que en su camino se interponía aquel ángel que los bendecía y que ahora lo miraba de forma severa. Y Atanasio estupefacto solo atinó a decir:

 

- ¿Por qué, señor?

 

Y el ángel abrió la boca y dijo:

 

- Vete de aquí. No mereces vivir con tu hermano. Un salto de tu hermano es más valioso que esos asuntos tuyos que has realizado con tu oro.

 

Y Atanasio se puso a explicar a cuantos pobres y desamparados alimentó, de cuantos huérfanos se había ocupado. Y el ángel le dijo:

 

- Ese Diablo que dejó ese oro para seducirte te ha enseñado esas palabras.

 

Y entonces Atanasio desentrañó su conciencia, y supo que no había obrado para Dios y lloró y se arrepintió.

 

Entonces el ángel dejó libre el camino en el que ya estaba Juan, esperando a su hermano. Y desde entonces Atanasio no cedió a la tentación del Diablo que derrama oro, y supo, que no es con oro, sino con esfuerzo, con lo que se puede servir a Dios y a las personas.

 

Y los hermanos pasaron a vivir como antes.

 

Otros cuentos para adultos

Si te gustan los cuentos para adultos, te recomiendo: El Conuco de Tío Conejo, un cuento antiguo para adultos. 

 

jueves, 21 de noviembre de 2024

Poemas de amor de Jaime Sabines

 

La magia del amor en los poemas de Jaime Sabines

A continuación, te presento algunos poemas de amor de Jaime Sabines, destacado poeta y político mexicano, reconocido como uno de los grandes autores de la poesía mexicana del siglo XX (véase aquí su biografía)

Estos poemas de amor están disponibles en mi canal de YouTube, Carla Narraciones, donde puedes escucharlos narrados. Aquí te comparto algunos de los que más me han cautivado.


Poemas de amor

No es que muera de amor, muero de ti....

No es que muera de amor, muero de ti.

Muero de ti, amor, de amor de ti,

de urgencia mía de mi piel de ti,

de mi alma, de ti y de mi boca

y del insoportable que yo soy sin ti.

Muero de ti y de mí, muero de ambos,

de nosotros, de ese,

desgarrado, partido,

me muero, te muero, lo morimos.

Morimos en mi cuarto en que estoy solo,

en mi cama en que faltas,

en la calle donde mi brazo va vacío,

en el cine y los parques, los tranvías,

los lugares donde mi hombro

acostumbra tu cabeza

y mi mano tu mano

y todo yo te sé como yo mismo.

Morimos en el sitio que le he prestado al aire

para que estés fuera de mí,

y en el lugar en que el aire se acaba

cuando te echo mi piel encima

y nos conocemos en nosotros,

separados del mundo, dichosa, penetrada

y cierto, interminable.

Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos

entre los dos, ahora, separados,

del uno al otro, diariamente,

cayéndonos en múltiples estatuas,

en gestos que no vemos,

en nuestras manos que nos necesitan.

Nos morimos, amor, muero en tu vientre

que no muerdo ni beso,

en tus muslos dulcísimos y vivos,

en tu carne sin fin, muero de máscaras,

de triángulos oscuros e incesantes.

Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,

de nuestra muerte ,amor, muero, morimos.

En el pozo de amor a todas horas,

inconsolable, a gritos,

dentro de mi, quiero decir, te llamo,

te llaman los que nacen, los que vienen

de atrás, de ti, los que a ti llegan.

Nos morimos, amor, y nada hacemos

sino morirnos más, hora tras hora,

y escribirnos y hablarnos y morirnos.

 

No es nada de tu cuerpo...

No es nada de tu cuerpo

ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,

ni ese lugar secreto que los dos conocemos,

fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.

No es tu boca -tu boca

que es igual que tu sexo-,

ni la reunión exacta de tus pechos,

ni tu espalda dulcísima y suave,

ni tu ombligo en que bebo.

Ni son tus muslos duros como el día,

ni tus rodillas de marfil al fuego,

ni tus pies diminutos y sangrantes,

ni tu olor, ni tu pelo.

No es tu mirada -¿qué es una mirada?-

triste luz descarriada, paz sin dueño,

ni el álbum de tu oído, ni tus voces,

ni las ojeras que te deja el sueño.

Ni es tu lengua de víbora tampoco,

flecha de avispas en el aire ciego,

ni la humedad caliente de tu asfixia

que sostiene tu beso.

No es nada de tu cuerpo,

ni una brizna, ni un pétalo,

ni una gota, ni un grano, ni un momento.

Es sólo este lugar donde estuviste,

estos mis brazos tercos.

 

Otros poemas para escuchar

Si te gustan poemas para escuchar, te recomiendo poemas de José Saramago, escritor portugués galardonado con el Premio Nobel de Literatura, además de ser un destacado defensor de los derechos humanos.


miércoles, 20 de noviembre de 2024

El Conuco de Tío Conejo, un cuento antiguo para adultos

 

Arturo Uslar Pietri

A continuación, te presento un cuento de Arturo Uslar Pietri, considerado como el escritor más célebre de la literatura venezolana del siglo XX y uno de los más importantes intelectuales de toda Hispanoamérica. Este cuento para adultos es El conuco de Tío Conejo, que puedes escuchar en mi canal de YouTube, y cuyo significado encontrarás en este blog.

 

Arturo Uslar Pietri incluyó El conuco de Tío Conejo en su libro "Letras y hombres de Venezuela" (1948) con el fin de rescatar y analizar las tradiciones orales venezolanas y mostrar las tensiones sociales del país. Este cuento, originario de la tradición popular, fue reinterpretado por Uslar Pietri, quien lo usó para ilustrar las raíces culturales, la cosmovisión campesina y los valores de astucia y sobrevivencia en la cultura venezolana.

 

Uslar interpretó el cuento como una alegoría del ingenio y la inteligencia de los sectores populares, especialmente en un contexto donde los débiles deben enfrentarse a poderes mayores (simbolizados por personajes como Tío Tigre o Tío Lobo). Además, señaló la figura de Tío Conejo como un ejemplo del "héroe pícaro" en la tradición latinoamericana, que no vence por fuerza, sino por inteligencia.

 

Al recopilar y comentar historias como esta, Uslar Pietri las elevó de simples cuentos orales a ejemplos importantes de patrimonio cultural, dándoles visibilidad en círculos literarios y académicos. Asimismo, propuso que estas narraciones ofreciesen lecciones sobre la relación del venezolano con la naturaleza, el trabajo (el conuco como símbolo del sustento) y la lucha por la supervivencia.

 

 

El conuco de Tío Conejo

 

El cuento El conuco de Tío Conejo es una narración popular de la tradición oral latinoamericana, especialmente difundida en países como Venezuela, Colombia y otros de América Central y el Caribe, que ha sido recopilada y reinterpretada por diversos autores, incluido Arturo Uslar Pietri.

 

Tío Conejo, un personaje astuto, logra proteger su conuco (pequeña parcela de cultivo) de los animales que intentan aprovecharse de su trabajo. Mediante su inteligencia, encuentra formas ingeniosas de sortear los problemas y demostrar que la astucia puede superar la fuerza.

 

El conuco de Tío Conejo es una narración que destaca la astucia como herramienta de resistencia, al tiempo que honra la importancia del esfuerzo personal y la conexión con la tierra. Asimismo, simboliza la resistencia del más débil frente a los desafíos. A través del ingenio, Tío Conejo representa cómo la inteligencia puede triunfar sobre la fuerza, destacando valores como la creatividad y la perseverancia en situaciones adversas.


Si te gustan los cuentos para adultos, te recomiendo: Cuentos de Inés Arredondo.

sábado, 16 de noviembre de 2024

Cuentos de Inés Arredondo

 

Audiolibro de Inés Arredondo

A continuación, comparto el significado de los cuentos El árbol y El hombre en la noche de Inés Arredondo, una de las más sobresalientes cuentistas mexicanas (véase aquí su biografía). Además, puedes disfrutar del audiolibro de ambos relatos en mi canal de YouTube, Carla Narraciones.


El árbol

El cuento El árbol de Inés Arredondo narra la vida de una mujer que recuerda a su esposo, Lucano Armenta, un hombre lleno de vida, pero que muere trágicamente en lo que aparentemente fue un accidente de cacería, aunque el narrador deja entrever que su muerte tal vez tuvo otros matices. La autora explora temas de amor, pérdida y la imposibilidad de dejar atrás el pasado y, a través de este recuerdo, el árbol simboliza el vínculo entre Lucano y su familia, representando tanto la vida que crece como la memoria que perdura y duele.

La protagonista, quien evoca en detalle el día en que Lucano plantó el árbol y el amor que ambos sentían uno por el otro, enfrenta un conflicto emocional con el paso del tiempo. La protagonista el árbol representa, ya sea el amor de su marido, como el dolor de haberlo perdido. La decisión de cortar el árbol alude a la necesidad de poner fin a esa conexión, con el fin de superar el duelo y la imposibilidad de revivir lo perdido.

Inés Arredondo, con este cuento, logra reflejar la fragilidad de la vida y la permanencia de unos sentimientos que nunca mueren. Este cuento para adultos es una lucha entre olvidar o permanecer en los recuerdos de un amor que se considera inmortal.  

 

El hombre en la noche 

El cuento de Inés Arredondo, El hombre en la noche, se centra en un hombre que, de pie en medio de la ciudad y de la noche, se enfrenta a sus pensamientos envuelto en una atmósfera de soledad y desesperanza. En este cuento, la autora explora la alienación, la soledad existencial y la angustia ante la muerte y el sentido de la vida.

El entorno urbano y la lluvia simbolizan un reflejo del estado emocional del protagonista. La lluvia, simboliza el dolor y el vacío existencial que lo envuelve y  el entorno urbano, le parecen ajenos, lo que enfatiza su desconexión tanto con el mundo exterior como consigo mismo.

A lo largo del cuento, el protagonista intenta encontrar sentido o consuelo en diferentes figuras y conceptos: primero, piensa en Dios, y luego, intenta recordar a su madre. Sin embargo, el protagonista es incapaz de encontrar un sentido a su existencia. 

Finalmente, el protagonista se encuentra frente a la noche, que se presenta como una metáfora de la muerte y aunque parece ofrecerle como una especie de liberación experimenta una resistencia interna atrapado entre la vida y la muerte, el sentido y el vacío, incapaz de encontrar una resolución.

Con este cuento, Inés Arredondo profundiza en temas existenciales, explorando tanto la pérdida de propósito como la desconexión de la realidad, lo cual genera un profundo desconsuelo y una sensación de desesperanza ante la vida. 

Cuentos para adultos

Si te gusta esta escritora, te recomiendo otros cuentos para adultos de Arredondo  o unos cuentos de Elena Poniatowska, reconocida escritora, periodista y activista. 


lunes, 11 de noviembre de 2024

Cuentos cortos para adultos de Elena Poniatowska

Elena Poniatowska: voz y conciencia de México

 

A continuación, te presento dos cuentos de Elena Poniatowska, escritora, periodista y activista de origen francés y nacionalidad mexicana. Su obra literaria se caracteriza por una profunda orientación social y política, con énfasis en despertar la conciencia social de sus lectores (véase aquí su biografía)

Estos cuentos son La identidad y Canarios, dos relatos maravillosos que puedes escuchar en YouTube y cuyo significado encontrarás en este blog.

 

La identidad

El cuento La identidad de Elena Poniatowska explora el poder de la conexión humana a través de un intercambio inesperado y profundo entre dos personas de mundos distintos. El regalo del campesino-su nombre- refleja el deseo de compartir su propia esencia y otorgarle un símbolo de identidad a alguien con quien, aunque es un desconocido, ha alcanzado un entendimiento mutuo. Su nombre representa lo único verdaderamente suyo. A través de este gesto, el cuento revela la importancia de la identidad, no como una etiqueta social, sino como un tesoro personal e intransferible que representa la historia, los valores y el lugar de una persona en el mundo.

Este cuento para adultos nos invita a reflexionar sobre cómo los gestos más simples y las conexiones sin pretensiones pueden ser profundamente significativas y transformadoras. Habitualmente, en un mundo marcado por lo superficial y material, todavía se puede encontrar valor y pertenencia en algo tan básico como el propio nombre, que encapsula lo esencial de quienes somos.

 

Canarios

En este cuento se reflexiona sobre la relación entre libertad y encierro. Es decir, sobre el sentido de la existencia y sobre cómo los momentos más simples pueden ser transformadores, dando un significado nuevo a la vida en medio de la aparente rutina. Además, se explora la vida cotidiana y emocional de una mujer que se enfrenta a la soledad, a la rutina y a su percepción de la propia humanidad a través de su relación con un par de canarios enjaulados. El cuento sugiere que los pájaros son metáforas de los propios temores y deseos de la protagonista. Puesto que representan, ya sea la vulnerabilidad humana, como la necesidad de libertad, temas que reflejan la introspección y la añoranza de la mujer por una vida más plena y menos estructurada.

 

A medida que el relato avanza, se evidencia la profunda conexión emocional entre la protagonista y sus pájaros. Cuando uno de ellos escapa, la mujer reacciona con tristeza, aunque también con cierta envidia, como si el acto de fuga simbolizara una valentía o posibilidad de libertad que ella misma ha perdido o se siente inalcanzable. Su hija, en cambio, encarna una visión de la vida, recordándole que la existencia tiene sentido en sí misma, sin necesidad de una razón trascendental, lo que contrasta con la melancolía de su madre y resalta el conflicto entre generaciones en cuanto a la percepción de la vida y el paso del tiempo.

 

La historia culmina con un cambio de ánimo en la protagonista cuando el canario restante, luego de un largo silencio, canta. Su canto representa una chispa de vida que la protagonista hacía tiempo que no experimentaba. El canario se convierte, simbólicamente, en el "corazón" de la mujer, en el impulso que le devuelve la vitalidad, desatando en ella un deseo de renovarse, de romper la monotonía y de reconectar con la vida a través de la música y la alegría espontánea.

 

En conclusión, Elena Poniatowska, a través de esta historia, nos recuerda que, en nuestra búsqueda de sentido, a veces basta con detenernos y apreciar la belleza y la vida que existen en lo cotidiano para volver a sentirnos vivos y en paz con nosotros mismos. Es una invitación a reencontrarnos con esa "música" interna, que puede surgir en cualquier momento para aligerar el peso de nuestras propias jaulas y abrirnos a una vida más auténtica y plena.


Cuentos cortos para adultos en YouTube

Si te gusta este género literario, te recomiendo: El sueño de un hombre ridículode F. Dostoyevski. 

 


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